OTREDAD



Es obvio que la cucaracha conoce
                        mi comportamiento
Sabe
cuando una de mis piernas querrá injuriarla en el combate
y cuando vendrá la chancla irremediable
                                                 y bien concreta

Pese a todo la cucaracha se aventura    y viene
Disfruta posarse en la alacena
Conoce desde la antigüedad
el zarpazo breve
           y se atreve

Trae en la memoria el mecanismo
para sobrevivir a la derrota

La cucaracha ríe
   en el fondo
      nos conoce
          nos ha visto
             nos ha tomado la medida
Incluso ha conseguido asesinarnos
Con sus antenas divididas
   con sus antenas
      nos presiente

Estudia la física del movimiento

Y a veces
 sin otro afán que molestarnos
                                                       se nos para
nos mira    burla       y reta

De pronto                aburrida parte:
Ya no colmamos sus expectativas
                           y nos hemos vuelto
a sus antenas
predecibles
ya no le entretiene nuestro enojo
nuestra cólera de especie

Se dice
que la cucaracha que asesina a un hombre
regresa heroica al nido  
Se cantan sus hazañas
  su modo de derribar a los gigantes  
     su astucia para llevar la bacteria homicida
a la taza   al plato    al vaso    a la vajilla   

Recibe entonces el abrazo compatriota  
La medalla al mérito asesino

La cucaracha que asesina a un hombre 
Es recordada por los tiempos  
La posteridad le aplaude  
    Se cuentan sus estrategias 
                       su astucia  su valía 

Celebran la muerte de un gigante  con soltura  
se abrazan entre ellas 
cantan  beben  lloran

“Los hombres no valen nada 
—dicen—
Los hombres son la plaga
Los hombres nos arrojan su mierda cada día
Nos condenan
Todos ellos

Nos dan asco”

1 comentario:

Clarisa Camargo dijo...

Un poco.
Sí. Sólo un poco nimio, suficiente para hablar de lo común y esencial.
Somos un asco. De eso no hay duda.
Me gusta. Algo bueno -aunque no adelanto halagos- es bobo, coqueto, localito y periférico.